lundi 12 février 2018

Teniente coronel

En alguna llanura perdida, aquéllas de imaginación caucásica, mira por la ventana para ver el paisaje estático. No se aplican las mismas leyes en aquél paisaje. Otro ritmo. El del corazón partido. El de la cronología añorada. Aquél paisaje perdido, en medio de la nada. Una construcción casi vacía.
Se mece el viento en el aire cálido. Y la espera hace aguardar las primeras gotas. Los primeros nacimientos. Se tornan cada vez más vivas. Se da cuenta de que se mueve. Que no cesa. Que no se para. Que todo es cuestión de mirar y ver, de oir y escuchar. Entonces ya no quiere parar de ver, no quiere que cese. No quiere volver. No quiere soltarse. No quiere volver. Pero debe. No ve otra solución que no la lleve al abandono de su frágil construcción. No puede. No puede. Pero no aparta la mirada. No ve ni tan siquiera su reflejo. Sólo la llanura. Sólo ella, vasta, infinita, viva. Se desliza la sal sobre su mejilla. Se empaña su vista. Ya no ve, sólo sueña. 
Entonces sale y posa los pies sobre la tierra.

S.Twski