Dio un pequeño paso a la derecha. Luego hizo lo mismo hacia la izquierda. Bombeó su pequeño pechecito inhalando el fuerte olor que la mar desprendía.
Esbozó una pequeña sonrisa en sus tiernos labios que se tornaban violetas. Abrió los ojos y observó la arena. Sus piés se hundían bajo un polvo rojizo. Hinchó sus mofletes. Los desinchó. Sus ojos se posaron sobre el horizonte. Al bajar la mirada su cuerpo se entumeció. La espuma se filtró en sus ojos. Su pelo se enredó en ondulaciones azules. Su cuerpo entero se vio rodeado por una liviana negrugra y se contrajo. Un cielo carmesí se extendió sobre ella, con una explosión sin ruido.
Entonces una lágrima se deslizó sobre su mejilla.
Una ligera brisa marina la secó. Y se fue.
-¡Pero niña, ¿qué haces?!- gritó su madre.
María no volvió a saltar, tampoco pudo tener hijos a causa de las intoxicaciones que se generaron en su útero por el fitoplacton dinoflagelado Alexandrium y Karenia. Sigue comiendo hojas de papel, eso cuando no le gusta lo que escribe.
S.Twski
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