Sus manos estarán levemente abiertas,
sus dedos de la mano izquierda
apuntarán hacia los astros,
los de la mano derecha hacia la tierra.
Y
entonces cerrará suavemente los ojos, indolente.
Una oleada de mamarrachos incipientes se adentran en las nalgas de lo desconocido, posando pie a tierra como marineros desterrados auque nunca tuvieron ni tendrán tierra ni Tierra. Surcando mares observan los astros devoradores de sueños, destructores de azañas, azañas sin zarpas, sin dientes, que no tienen poder alguno porque se lo robaron como se robó el aliento del mar cuando salió el primer hombre del océano. Y comen hasta reventar, comen todas las estrellas que ven en el cielo, para que no haya más astros, para que el cielo sea oscuridad, oscuridad pura para los hijos de la mar.
Y la chiquilla pedalea a la orilla del Mediterráneo, entre caseríos vacíos y muros decrépitos de tanto hablar.
S.Twski
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