vendredi 15 septembre 2017

Carriles mayores

Se asientan en el borde de la orilla del mar y esperan a que los barcos tiren las anclas y se claven en el suelo marino. Desorientados, aspiran a la llegada de las barcas, y con ellas hombres, mujeres y niños. Sus hombres, sus mujeres y sus niños. 
Contemplan ensimismados su acercamiento, su retroceso, su aceleración, su ralentizar en olas mansas negras.
Sin perspectiva.
Algunos se quedan de pie, otros se sientan en la arena, otros se acuestan y oyen, otros se comen la arena y las estrellas y la Luna que ilumina, nada. 
Nada ocurre. Esperan.
No llegan.

El primer grito se hace oír, saeta que hiere el silencio, destroza la nada, destroza el ruido de las olas y la desdicha de los que esperan. Ya no hay tristeza, borbotea la rabia como fuente de agua negra y ahoga los pulmones secos de los pocos que quedan. Nada ya, sino estrépito de vidas inacabadas, un pasar indolente en la Tierra. Consideraciones superpuestas de azares.

Algunos ya no respiran. Los ojos secos de comer Luna, estrellas y arena. Los otros callan y el primer grito desaparece. 
Jovialidades tardías de un galimatías.
Aguardo la siguiente llamada.
Nada.
Sólo mar.
Y agua.

S.Twski