dimanche 17 novembre 2013

La olvidada

        Hoy mi padre ha muerto. Su cuerpo yace en el suelo. ¿Quién caerá antes? ¿El suelo o él? Cavilando, me levanto después de observar con endecha de trasfondo la carne inmóvil. Subo las escaleras, me quito las zapatillas y me acuesto sobre la cama. Esbozo de un gato negro de cara contrastada. Mi culpa. Una serie interminable de personas cual cortejo lo calman. A mi padre.
         Me despierto, desperezo la mente. Cuatro horas de sueño. Desciendo. El cuerpo sigue ahí. Boca abierta, la lengua cuelga.
         Salgo, a pasear. El viento azota sádico, mi cara.
         Las hojas caen muertas de vicio. Es verdad, se me olvidaba citar;
                          La roja sangre sobre el pecho del muerto
                          Burbujea en pétalos de negra paciencia
                          Y dime, Sada, sobre la hediondez obtusa y
                          pasajera.

         Avanzo, miro y pensaba. Contra el suelo, los pies soportan el peso. Piso la mierda del suelo. Pegado a mi zapato, padre, ¿lo mismo será por no ser más que excrementos en la zuela del zapato?

         El ataba los pimientos rojos al filo blanco. Secaban. No me gustaban. Y odiaba el tofu, él. Y los plátanos me los traía. Quiero escribir. Dejádme que lo vea. Sada, dime, déjame que lo vea. Esas manos que el cuello alcanza. Esa espuma blanca que vuela me ahoga.
         Aprieta fuerte mis falanges y mátame.
         Me obstruye el camino. Las nubes negras me asaetean contrincantes del Japón.
         El delirio es la Salvación.


S.Twski
                                             Marian O´Shaughnessy, Locomotive steam engine

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